En los altos círculos políticos norteamericanos, ya se sabe, han definido a los socialistas españoles del cambio como ‘jóvenes nacionalistas”.Bueno, pues ya está. A correr por ahí. El reduccionismo es escandaloso, pero también lo de Tejero / Milans se quedó en un “asunto interno”. Cada uno es cada uno y Dios en la de todos. El “jóvenes” resulta paternalista, yes, por cuanto las grandes gerontocracias del mundo no pueden hoy reconocer a un gran triunfador de cuarenta años si no es como un pequeño muchacho.
Todo lo que haga, malo o bueno, serán locuras de juventud. La madurez es otra cosa. La madurez es la NATO.
Lo de nacionalistas resulta peyorativo, sobre ambiguo, y la definición completa es alarmante, está llena de una como cierta mala fe política. “Jóvenes nacionalistas” pudieran ser los de Hitler, los de Blas Piñar, los de Mussolini, los de José Antonio Primo de Rivera, los salvadoreños marxistas de mi querido amigo, el viejo y mítico Miguel Mármol.
Ya se sabe que los jóvenes son nacionalistas, por jóvenes, y que el nacionalismo exaltante siempre pone en pie levas juveniles, a derecha / izquierda.
El otro día he explicado aquí cómo el presidente González, mediante la habilidad y la audacia, ha rescatado de la derecha / derecha el concepto de patriotismo, la idea de nación, que, por otra parte, es una desamortización que la izquierda le está haciendo a la derecha conservadora de “la tierra y los muertos”. La tierra y los muertos, en Francia, habían sido de Charles Maurrás hasta que ha decidido pasarlos al erario público socialista el señor Mitterrand.
Cien años de socialismo histórico español se disuelven así, en las cenas washingtonianas de media tarde y en los grandes periódicos neoyorquinos, hechos de tinta y café con optalidón, y se le presentan al mundo diagnosticados como un movimiento de “jóvenes nacionalistas”. Una cosa ambigua y de poca entidad política, porque qué joven no es nacionalista de algo: la vocación, la profesión, la novia, la moto.
Hay hasta nacionalistas de la nación. Se trata, claro, de no presentarle al personal americano la realidad cruda y nuda: el socialismo democrático sube en toda Europa, de los Ayuntamientos portugueses al puerto del Pireo, puerto de mis deseos, pasando por la tumba civil de Pablo Iglesias, en Madrid / Torrejón. El personal americano tiene que ser feliz, según la estrategia de “sustituciones” que me explicaba la otra noche Rafansón y que consiste en que, si hay que darle a la nación alguna mala noticia, se compensa con mejores telefilmes. Lo que no pueden, sobre todo, los gerontócratas del mundo es admitir ante sí mismos y ante los demás que un país europeo -otro país europeo- se ha hecho socialista por voluntad democrática. Es un fracaso para la política internacional USA y un mal ejemplo para los jóvenes nacionalistas yanquis que corren frente a 79 Park Avenue, en calzoncillos con la bandera, hasta que topan dulcemente con una de las jóvenes nacionalistas del citado 79, que, según el apellido del chico y las tarjetas de crédito, a lo mejor le mete en su alcoba. América / América. Hay que reducir el mundo a un etcétera de América.
Quizá es que sólo ellos, con un Imperio montado, pueden llamarse nacionalistas. Los nacionalismos del Cono Sur o de la vieja Europa les parecen agrupaciones vecinales, ariscas y versicolores.
Qué sutil talento literario, querido Sotillos, el de los portavoces oficiales USA. El reduccionismo es genial en cuanto irreprochable e inexactamente exacto. Sé lo que me digo.
¿Van a tratar al socialismo español, de Besteiro a Guerra, como a unos boy-scouts de la política? Hay que enseñarles que después de cien años se puede ser socialista y nacional sin ser nazionalsocialista.