[versió original. En roig les frases que han caigut]
Maragall y Teresa de Calcuta
Fue en el programa de Sergio, la noche en 24 horas, donde Ximo Puig me sedujo. No fue por su sonrisa mecánica entre pregunta y pregunta. Tampoco por sus prudentes respuestas en referencia a los contactos con su jefe Sánchez o con el traspasado Fabra. Fue en el momento que, después de haber explicado que la grave situación económica valenciana era debida a la corrupción, a la mala gestión y a, dijo, “otras cosas” –no pude evitar interpretar que entre esas “cosas” estaba la maldita financiación– digo que tras esa reflexión, con voz que transmitía cierta pasión, se me apareció el honrado socialista español periférico de alma federal –sólo los periféricos son federales y los socialistas de las montañas honrados–, que urgido por la necesidad y ante la responsabilidad de presidir un gobierno del que muchos y sencillos ciudadanos esperan maravillosas soluciones, era consciente que la caja para hacer frente a las expectativas creadas por los predicadores y los místicos, no sólo estaba vacía sino que además tenía un agujero de 40.000 millones de euros. Fue entonces cuando, sentado en un plató de la televisión de la metrópoli y rodeado de periodistas mesetarios, desapareció el triste secretario de aquel mister Chance que fue Lerma y apareció el valenciano, el hombre de estado, de Estado valenciano quiero decir –pero entiéndase, de un Estado de una idílica España federal pimargalliana, no otra cosa, bien sûr– que despojado de las miserias partidistas de acuerdos gallináceos y pactos ajustadizos, realzando el tono dramático dijo: “La situación de emergencia social y política de la Comunitat Valenciana es tal que exige acuerdos más allá del propio gobierno”. Tate. De repente vislumbré en él la posibilidad de encarnar a un nuevo Maragall, el honrado y leal, el justo y federal; que confiando en la bonhomía del Estado, llama a arrebato a todos los parlamentarios, en este caso valencianos (un 91% de los votantes y un 63% del censo), a pactar un gran acuerdo, para que ‘tots a una veu’, dirigir la petición unitaria al Gobierno central por una nueva y justa financiación para la Comunitat Valenciana. Si eso es así –pensé– no lo voy a dudar, Ximo Puig será mi hombre y cualquier cosa que se nos responda, buena o mala, o se nos silencie desde Madrid, en cualquier caso, será buena. Y ya me entienden.
Porque, ¿qué otra alternativa tenemos?. Qué se ha hecho de “¡aquel trueno!, vestido (ahora) de nazareno” pregonando “el amor de los amores” y proponiéndonos, como Teresa de Calcuta, un plan de choque contra la pobreza. ¿Con qué dinero? Acaso echaría mano, como la santa albanesa, de la aristocracia para redimir a los pobres. Acaso la veríamos, acompañada de doña Leticia, repartiendo bolsas de Mercadona a los necesitados. Ahora que su admirador y ‘compa’, el de la coleta –al asalto del cielo de Madrid los dos–, alterna y le regala juegos al hijo del cazador de elefantes? Recordemos, el que ahora ha heredado la llave del neofranquista artículo 99 de la Constitución.
Entre la ingenuidad de aquel que –parece– va a la raíz del problema para intentar resolverlo y la caridad de los neocristianos que invaden como una plaga, las antes transformadoras organizaciones marxistas, me quedo con el ingenuo. Nos dará más juego.
Pero atención, no es una apuesta personal. Aquel o aquella que encabece la reivindicación por una financiación justa para los valencianos y que con más eficacia seduzca a la mayoría del parlament, incluidos los apestados, pues ‘tots encara serem pocs’ frente a Madrid, será mi héroe o heroína. Hoy, pienso que puede ser uno, mañana puede ser otra. Estaremos atentos a los hechos. La vida es dialéctica.
Víctor Baeta Subias, autor de ‘Per la República Valenciana, d’Oriola a Vinaròs’