El representante
17.01.2014 | 01:32
Vicente González-Lizondo
Mi padre se llamaba Vicente González Lizondo. En los años 80 creó una formación política que en los 90 sería la segunda mas importante en la Comunitat Valenciana, pasó de ser concejal a primer teniente alcalde, diputado nacional y finalmente presidente de las Cortes Valencianas, hasta su muerte en 1996. En una comida de ilustres comensales, un empresario le preguntó: Vicente, tú que has pasado por tantos puestos de poder, de todo lo que has hecho, ¿qué trabajo es el que más te ha llenado? Mi padre sin pestañear, respondió: ser agente comercial. Al ver que la gente sentada a la mesa reclamaba con su silencio una aclaración, mi padre se explicó:
„ A finales de los años 50 conseguí comprarme un Seat 600 a plazos, llené el maletero de peines, cinturones de cuero y pastillas de jabón. En mi primer viaje recorrí 25.000 kilómetros de lunes a domingo durante un verano, desde mi barrio de Patraix hasta San Fernando, en Cádiz. Tenía 18 años. En ese viaje iba de pueblo en pueblo, ofreciendo mis productos, con más hambre que vergüenza, entre tiendas, bazares y droguerías, tomaba las notas que se servirían a los 30 o 60 días de mi vuelta a casa. Vendía las muestras para costearme el viaje, comía mal o no comía y dormía en ese 600, o en alguna habitación con baño compartido. No fue una época fácil para mí, pero no la cambio por nada del mundo. Los lugares donde estuve, las gentes que me encontraba en el camino, los apuros, tropiezos, penurias, no cambio nada. La vida de agente fue eso justamente, «vida», seguramente la más llena que viviré. A partir de ese mes de julio renació un valenciano con ganas de hacer mundo tras el noble arte de la venta. Aprendí a querer a España y a Valencia, que más se aprecian cuanto más se conocen. Y quiero creer que fuí convirtiéndome en la herramienta, de la que hoy se sirve mi pueblo.
Tras una pausa transformada en suspiro, concluyó: No hay duda, entiéndanme cuando les aseguro que trabajar para Valencia es un honor y queda aparte, por esto el trabajo de representante ha sido el que más me ha llenado.
Todos sabemos que servir a su pueblo fue lo más grande, representar nuestra tierra sería la empresa a la que le puso mas empeño y corazón. La política fue lo que le potenció la enfermedad coronaria y provocó el infarto terminal un día de trabajo en las Cortes, pero nunca dejó de luchar.
Hay lecciones que te las enseñan en la escuela y otras que solo se aprenden de tus mayores. Vicente González Lizondo era catedrático en trabajo, honradez y lealtad. Fue de los pocos parlamentarios españoles al que la política le costó dinero, empresa y vida. Es ejemplo de lo que tendrían que ser los representantes políticos, antes, ahora y siempre. Aunque visto el panorama queda claro que cualquiera vale para político, pero no todos valen para ser representantes.