Tites, tites, tites… article d’Alfons Durán-Pich

TITES, TITES, TITES…

05/03/2020
Debería ser muy niño, pues mis recuerdos son borrosos y dispersos. Si sé que pasé algunos veranos en una masía llamada Ca n’Oriac, entre Matadepera y Sabadell, con la que mi abuela materna tenía ciertos vínculos.
Recuerdo subir a una tartana que nos llevaba hasta la Creu Alta; recuerdo el olor tan peculiar de la tierra; recuerdo el vigor físico de las masoveres, y, sobre todo, recuerdo el ritornello que mi abuela cantaba cuando soltaba el grano entre un montón de gallinas que campaban a sus anchas: tites, tites, tites.
El reflejo condicionado de Pavlov se ponía en evidencia al poco de identificar el paso firme de mi abuela. Aventuro que si no les hubiera dado nada, las gallinas hubieran sentido un gozo similar.
Así funcionan los mamíferos, entre los cuales nos hallamos los humanos, por lo que no es de extrañar que nuestro vector instintual nos ponga en evidencia.
El estado Español y sus representantes, en el amplio abanico que va desde la izquierda utópica a la derecha extrema (o sea, todos), siempre ha utilizado este simple mecanismo de ofrecer un puñado de grano a los “inquietos” catalanes para apagar sus continuas reivindicaciones.
Si esto no funciona, sacan la porra y liquidan el tema, como lo hicieron en 1650, 1714, 1923, 1939, 1978, 2017, y sigue.
Las historias más recientes del modelo soft nos llevan al contorsionista Zapatero (“Aceptaré el Estatuto que apruebe el Parlamento catalán”), al trolero Rajoy (“Me preocupo y me intereso de los problemas de los catalanes”), al peripatético Aznar (“Yo quiero decir que el catalán, la lengua catalana, es una de las expresiones más completas, más perfectas, que yo conozco desde el punto de vista del lenguaje”) y al equilibrista Sánchez (“Negociaremos un sistema de financiación más justo y equitativo”).
“Parole, parole, parole”, que cantaba Mina en los sesenta. “Tites, tites, tites”, que susurraba mi abuela.
Claro que se supone que en términos evolutivos las gallinas están varios pasos hacia atrás respecto a los humanos, aunque en ocasiones no lo parezca.
Ahora estamos viviendo el risible episodio de una “mesa de diálogo” (una “enganyifa” para Clara Ponsatí) entre el gobierno del Estado y una representación del independentismo catalán. Y entre el propio independentismo están los autodenominados “pragmáticos” que consideran que éste es un paso necesario. Lo que no sabemos es que podemos ofrecer para que la negociación tenga sentido. Se negocia cuando tienes solidez en tus argumentos para exigir cesiones al contrario. Pero cesiones de verdad, no “parole, parole, parole”. Y la única cesión a aceptar es poner fecha a un referendum en Catalunya sobre la autodeterminación política. Esto es un prerrequisito exigible para no levantarse de la mesa. Lo demás es cháchara.
Que los mandamases del Psoe en Catalunya (el alegre bailarín señor Iceta, la dogmática monja seglar señora Granados o el siempre triste (ahora ministro) señor Illa) critiquen duramente a los independentistas auténticos (los no “pragmáticos”) por cuestionar este montaje, no sorprende a nadie. Que la nueva figura del melting pot “En Comú Podem” señora Jéssica Albiach (que podría salir en un remake de la serie “Dallas”) o que el señor Joan Mena, figura espesa del grupo residual Esquerra Unida i Alternativa, se apunten también al carro de los que atacan a los independentistas por no aprovechar a fondo “una oportunidad histórica” como ésta, y que incorporen el mensaje de una futura Generalitat “progresista”, también resulta lógico.
Pero que los chicos y chicas de ERC y su padre espiritual no se den cuenta de la gran tomadura de pelo del Estado, dice muy poco sobre su capacidad para interpretar la realidad más evidente.
Decía Konrad Lorenz, el gran médico y zoólogo alemán, que “el hombre parece ser el eslabón perdido entre los simios antropoides y los seres humanos”. Por los indicios que tenemos, su diagnóstico resulta esclarecedor.
“Tites, tites, tites…”

Alf Duran Corner

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